¿Qué es la maternidad consciente para mí, hoy?

¿Qué es hoy la maternidad consciente para mí?

Hace 8 años con mi primera hija Alanna en la panza, elegí sumergirme en las sanadoras y turbulentas aguas de la maternidad consciente.

Comencé por explorar la superficie mientras aprendía sobre apego seguro, crianza respetuosa, crianza consciente, me forme como educadora en disciplina positiva y en esas aguas también hice talleres y círculos, compartí con muchas mujeres, madres y familias, por Colombia y alrededor del mundo.

Después de muchos talleres y acompañamientos comprendí que poder sostener una crianza consciente iba más allá de aprender herramientas para poner límites con respeto, saber cómo acompañar un desborde emocional, conocer las etapas de desarrollo del niñx y sus cerebros, enseñar educación emocional o sembrar de manera amorosa valores y habilidades de vida.

Me di cuenta que muchos de los desafíos que las madres y los padres vivimos día a día en nuestras crianzas, son por proyecciones que ponemos sobre nuestros hijos,  sobre habilidades sociales y de vida que queremos ver encarnadas en ellos.

Habilidades y valores de los que muchos carecemos mientras crecemos sin tener una guía o modelo y que fuimos aprendiendo con el pasar de la vida y sus dolores o por nuestro propio deseo de prosperar.

Habilidades y valores que llevamos muy poco practicando, aprendiendo e integrando y que muchas veces no sabemos como ser maestros para nuestros hijxs y hasta modelamos con el ejemplo todo lo contrario.

Pude observar cómo muchas veces ponemos  en ellos toda esa frustración de no saber cómo gestionar las emociones, de no saber cómo ver bajo otra perspectiva esa situación, de no saber cómo poner en uso la empatía, la compasión, la calma en esos momentos de crisis con las que terminamos todos desbordados, o por lo menos bien agotados.

En ese momento supe que era hora de sumergirme en aguas más profundas.

Tomé  un vuelo a Viena y de la mano de Daniel Goleman y su equipo, me formé como Coach en Inteligencia Emocional.

Algo muy adentro de mi sabía que para poder sostenerme y sostener a estas familias en el camino que habíamos elegido necesitábamos conocernos en las diferentes áreas y competencias de la inteligencia emocional, profundizar en la forma en la que nos relacionamos con otros y con nosotros mismos, examinar la forma en cómo reaccionamos o no a diferentes situaciones y acompañarlos a desarrollar y fortalecer nuevos caminos neuronales en conciencia emocional, gestión de emociones, adaptabilidad, empatía…

Muy poco tiempo después de mi certificación y de acompañar mujeres desde esta nueva profundidad comencé la gestación de mi segunda hija, Azul.

Azul llegó desde el momento cero, a tumbar, sin ningún tipo de pausa, todos y cada uno los libros de mi cuidada y amada estantería. Bajó teorías, autoridades exteriores  y años de estudio, agarró todo lo que creía saber y lo tiró sin escrúpulos a la basura.

Azul llegó a mi vida y sentí que una fuerza misteriosa y poderosa llegó para destruir todo lo conocido y mi amada zona de confort. 

Ella llegó con la fuerza de la transformación, me sentía inundada por la energía del arquetipo de Kali. Se me mostraba como todas las estructuras que tenia hasta ese momento no eran más que ataduras que me mantenían lejos de la esencia.

Y poquito a poco esa fuerza comenzó a ser más grande que mi voluntad y  el camino que había trazado para mi vida, para la de mi primera hija y para servir a los demás, desde lo que sabía y conocía hasta ese momento, comenzó a morir, me entregué a eso que era mucho, muchísimo más grande que yo.

En ese vacío, en ese espacio dónde tantas cosas estaban muriendo comenzó mi proceso de resignificar la maternidad consciente.

Mi alma entendía que había una razón y un propósito mayor para todo lo que estaba pasando y deje que esa fuerza y energía con la  que llegó con mi hija, arrasará con lo que necesitaba ser despejado. 

Me entregué a esa fase de muerte, me entregué a la oscuridad y al caos y le permití a mi alma nutrirse de todos esos descubrimientos que estábamos teniendo en el fondo de esas aguas. Y olvidé lo aprendido, y pedí ayuda, y conocí nuevas formas de nutrir mi vida, mi ser, mi labor, mi maternidad.

Allí decidí atender un llamado profundo que transformaría para siempre mi experiencia de ser humana, de ser mujer humana.

Decidí atender el llamado de la labor más noble y bella que había presenciado: el ser doula

Un llamado que no me atrevía ni a nombrar por miedo a no ser suficiente… en el camino me fui dando cuenta que mi miedo era realmente un miedo de mi doncella herida, ella sabia que atender ese llamado me haría dejar a un lado todo lo familiar, las anestesias, las distracciones para convertirme también adentro en una madre, primero para mi, ella sabía que tendríamos que ir a atender viejos dolores, ella sabía que necesitaríamos espacio para esto y que mi vieja identidad tendría que morir por completo incluyendo a su preciado disfraz de la Blooming mama.

Y confiando en la vida, en mi naturaleza interior me entregué a la fase de muerte y comencé a sumergirme en la pregunta de qué es una maternidad consciente? Cómo hacer sostenible en el tiempo esto de la maternidad consciente.

Empecé a sumergirme en sabiduría femenina, a conocer la naturaleza del ser mujer, a comprender cada una de sus etapas, de los espacios liminales que separan una etapa de la otra, me apasione con una de las etapas que era la que yo estaba viviendo: Matrescencia.

La matrescencia me permitió ver esta etapa de muerte con otros ojos: empecé a ver esta fase de la vida de una mujer como una oportunidad sagrada que se nos entrega después del parto gracias a la apertura tan importante que sufre nuestro inconsciente tras este evento. 

En lugar de verlo como una maldición entendí que era una bendición que nos permitía explorar nuestra historia hasta la raíz, una oportunidad de conocer el sistema de creencias que nos hacían funcionar, vincularnos y crear como hoy en día lo hacíamos.

Y entonces conscientemente elegí ir a las profundidades de mi inconsciente. 

Comencé a revisar una a una las creencias, los hábitos, las anestesias, los dolores. 

Y comenzó un proceso lento, por momentos muy doloroso de encuentro con  mi sombra. En esa entrega fue llegando gente medicina, al abrirme a cambiar el sistema de hábitos que me hacían ser quien era empezaron a entrar nuevas miradas, nuevas formas, otra información, otros programas.

La alimentación fue el primer llamado de esa madre interior que comenzó a despertar en el proceso. 

La alimentación el cómo nutría mi cuerpo, mi templo, el lugar en el que la vida que me había sido entregada habitaba.

A la par se me pedía entender mis ciclos como mujer, a buscar sobre espiritualidad femenina, entender que funcionamos muy diferente a los hombres y poder conocer sobre la naturaleza femenina que elegí vivir en esta experiencia.

Movimiento, desintoxicación, herramientas y momentos para desarrollar mi intuición y devoción.

Poquito a poco despertó mi madre interior, empecé un proceso en el cual comencé a criarme de nuevo. 

A decidir con la consciencia de mujer madre y de mujer adulta la forma en la que iba a re programarme en conexión con mi esencia, lejos de los mandatos y condicionamientos. Lejos de los patrones que habían saboteado la vida de mis ancestros y que estaban saboteando la mía.

Y cuando me convertí en mi propia madre, cuando forjé mi autoridad interior entonces empezó a ser natural criar conscientemente, empezó a ser natural ser ejemplo y modelo de habilidades sociales y de vida y de hábitos que nutren y que nos llevan a prosperar. 

No tuve que recurrir a libros o herramientas porque ahora mi conexión con mi intuición de mujer madre y la sabiduría del trabajo que estaba haciendo eran las guías en esta etapa.

Para mi la maternidad consciente hoy es encontrarnos con nuestra madre interna, cuidar nuestra vida como cuidaríamos la de cualquiera de nuestros hijos y desde ese lugar sano, vital naturalmente ser una madre nutricia para nuestros hijos y otros en la comunidad.

Ser una madre consciente es alimentarnos con la pureza con la que alimentamos a usemos hijos, ser una madre consciente es atender nuestros dolores y heridas como las atenderíamos con cualquiera de nuestros hijos, es validar emociones, sostener desbordes con el mismo amor que lo hacemos con ellos, es aprender a sostenernos, aprender a ponernos limites con las cosas que enferman nuestra vida, es aprender a decir no, es dejar de complacer, es subir la voz de nuestra intuición, es dejar de distraernos para ponernos en misión, dejar de sabotearnos para explorar cómo es vivir prosperando, es comprender que somos cíclicas y que nuestros ciclos y estaciones están profundamente conectados a los de la luna, es conocerme, es conocer mi naturaleza, es conocer mi historia y la de mi linaje.

Para mi hoy la maternidad consciente poco tiene que ver con herramientas o formatos y tiene mucho que ver con qué tan bien me conozco, me materno a mi misma. 

Cuando aprendemos a maternarnos a nosotras mismas, cuando despertamos a la madre interior es natural ser esa con todos y todo. Cuando dejamos de esperar que alguien afuera llene mi manantial y comienzo a hacerlo yo ese manantial va estar siempre rebosante para mi y para todos. 

Para eso en la sociedad en la que vivimos necesitamos aprender a poner limites, alzar nuestra voz y abrirnos nuestros espacios, nadie más lo va a hacer por nosotras, en la etapa de la madre los velos caen y entendemos por fin que nadie más que nosotras mismas podemos darle una tierra fértil y sana a la mujer de nuestros sueños para crecer.

¡Bendita matrescencia por atravesarnos!

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